martes, 3 de agosto de 2010

to the night, will you follow me?


Patience, shadow
For all your sight, there's no sight to see
Little shadow, little shadow
To the night, will you follow me?


si la canción durara una noche entera
seguiría entonces caminando
sin importar el frío
ni el sueño


Hace unos días encontré en la plaza de Alfonsina una placa de piedra incrustada en el pasto, con una inscripción tallada. Había pasado miles de veces por ahí, pero nunca la había notado. Le saqué una foto.

Luego la olvidé. Hasta hoy.

Mi abuelo hablaba de sargentos y cabos, pero nunca de un Coronel. Mucho menos, de uno que fuera merecedor del nombre de una plaza. Una plaza rara, en declive, casi un peñasco que conduce al mar; una plaza que es de Alfonsina pero que no se llama así.


Mi abuelo hablaba de caminar para curar el insomnio, salvo que hubiera tormenta. Hoy no le hice caso y tuve que salir. Lunes de agosto, medianoche. Tres grados, lluvia, viento del sur. ¿Quién fue el Coronel Irigaray? La placa sólo dice HOMENAJE A SU MEMORIA. AÑO 1935. Google no lo conoce enseguida. Pero algo encuentro. Parece que el Coronel, allá por los primeros años del siglo XX, visitó las estaciones balnearias de Francia, España, Italia y Bélgica. A su regreso, escribió lo siguiente:

“Los hermosos panoramas que ofrecen la montaña y los terrenos quebrados y otras bellezas naturales ingeniosamente completadas por la mano del hombre, es lo que le da su fama. Nuestro (sic) Mar del Plata poco ha sido favorecido por la naturaleza fuera de las dos lomas, por lo que su embellecimiento ha de ser siempre todo artificial. […]. Embellecer la tierra patria, es embellecer el alma argentina. Esto es lo que ocurre en Francia, los franceses la embellecen para satisfacción propia, y para que los extraños la admiren". (Irigaray, 1924:28)

Concluye luego:

“El día que nuestro Mar del Plata tenga su rambla terminada, así como sus obras de defensa, no tendrá rival, porque no existe edificio de la suntuosidad del nuestro, ni jardín tan grande y hermoso. Ha sido necesario venir a ver para darse uno cuenta exacta del valor de lo que tenemos". (Irigaray, 1924:34)

No me costó encontrar la placa, a pesar de la oscuridad. Esta vez no había bicicletas, no había perros, no había gente. Pero la encontré. Estaba limpia, mucho más limpia que el camino de baldosas grises que pasaba a su lado. Tal vez la lluvia la mantuviera así. O tal vez el empleado municipal. La canción se repetía.


Pardon, shadow
Hold on tight to your darkened keys
Little shadow, little shadow
To the night, will you follow me?


Estuve mucho tiempo mirándola. Y me habría quedado más, de no ser por las medias mojadas y el temblor. Pensé muchas cosas que ya no recuerdo. Pensé, tal vez, que aquella piedra no podía tener 75 años. Pasó corriendo un gato negro, furioso por la lluvia. Traté de imaginar a un Coronel Irigaray posible, un hombre muerto un siglo atrás. Lo vi feliz, de peregrinaje por Europa, con ojos de hierro, tomando notas mentales de todo. Un Coronel bajito y de andar erguido, de voz áspera y de licores varios; un Coronel atípico, dado a las letras, preocupado por embellecer la patria y el alma argentinas. ¿Qué pensaría el Coronel de la ciudad actual? ¿Qué pensarán hoy sus hijos y sus nietos? Argentinos ellos, hombrecillos plateados, brillantes al sol. Vendrán cada año, en una fecha y hora secretas, de trasnoche, a dejar un ramo de flores. Alrededor del Coronel y de frente al mar, un voto solemne y una cruz. Y por sobre todas las cosas gratitud, eterna gratitud al Coronel Irigaray, injustamente olvidado. Gratitud eterna por los viajes y los libros, pero en especial, por la belleza. La canción se repite.



Closer, shadow, volume strikes
Still we're caught between all this sorrow
Little shadow
To the night, will you follow me?




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